Alma (…)
Elizabeth Schön
¿Entiendes de las dagas que hurgan la sangre
Para alcanzar las coronas dogmáticas?
Aquí el presente le sigue al presente
Igor Barreto.
En un mundo de pura y maciza cotidianidad.
Ten piedad de una casa que se derrumba.
La Eneida, Libro IV
I
Yo venía a través de la ciudad
Desde mi carro al centro,
Al otro extremo de aquel valle,
Cuando se me urgieron respuestas
Para nuestra inconsistencia.
De ninguna parte me sobrevino una frase
Que llegaba con su imagen: el hueso pélvico, en alto,
Que carga una diosa. Algo que no era
Autoderogativo como acostumbra serlo
Nuestro forcejeo cotidiano, cuando
Arrojamos la materia misma
De la que estamos hechos: sangre, miasma. Vi
Todo malherido, todo
Como verdaderamente era,
Tal supe que ese centro a donde iba
Era el presente macizo,
Un haz de luz blanca, ciega.
País nombrado con ánimo de sojuzgarlo, peyorativo,
Porque uno es el nombre que lleva,
Y en nosotros no mirarnos,
Cuando todo está desnudo de afecto, hiriente.
Olores de infancia en una localidad cualquiera:
Turmero. Queda en el tiempo,
Enterrado aquel país irresponsable,
Cuando cruzo el pueblo y
Voy al centro (minerías, guerras), voy
A una manifestación humana.
Así el desfile, náufragos,
Como fantasmas que atosigan
Perlas, las esquinas son esquirlas
De granadas
En un patio interno. Pulpa
Ofrecida, abierta,
Así la patria que no amas.
II
Voy al centro del país peyorativo,
Voy sorteando los obstáculos
Dentro de un paisaje innoble,
Basurales, baldíos,
La luz burda cierra los portales
Del tiempo hacia el futuro.
Queda el presente puro
Que te ha descubierto.
Te descubres en el tiempo
Que has merecido,
Contigo y con tus hijos.
Estás en el vacío
Pero vas al centro,
Sin orillas,
Sin escampaderos,
En el presente de los descreídos,
Has sobrevivido.
Vamos los sobrevivientes
Junto con la marea humana,
Vamos por las carreteras
Atascados
En el tráfago de almas.
Cruzamos la ciudad
Hacia el centro
Caído el sopor
De la mañana,
En el cenit del día,
La canícula, la resolana.
Dejo el auto,
En el atolladero,
Giro la llave
En la canícula,
Salgo al sol,
A la bruta premonición,
Junto con todos.
III
Salve reina
Que estás en las aguas
Digo esta oración
Ante tu estatua
-Más tú no existes
Sino en el hueso materno
Vamos los creyentes
En la hora descreída
Por un puente
Sobre el presente duro
Espléndida figuración
De una mujer
Enarbolada
Carga la ciudad
Sobre la espalda
Al centro de su arteria
Fluvial
Pasamos sin mirarla
Reina sagrada
Que un artista supuso
Ver sobre la danta
Espoleada
En su musculatura
Compacta
Carga
Hacia la vertical
Un hueso
De interrogación
Patria
Por el derivativo
Interrogada
Levanta
El hueso duro
De roer
Portezuela, finalmente,
Es apertura
Una vez por la hendija
Cuando llegas con sangre
IV
Leer a tus poetas.
Lastimeras partituras,
No de las cigarras, paraduras,
De niños
En las montañas quietas.
Ay, nada puede intimidarte, poeta,
Ni el viento en los alambres. Sí,
Temidos horizontes
Que escribió Enriqueta.
Mañana será el día
Del enfrentamiento. Te ruego
Levanta la cabeza
Pero que haga sentido
Lo que escribes.
Las opiniones no son mi fuerte
Puso Gottfried Benn
En boca de un pianista,
El sublime Chopin
De los Noscturnos.
Así, el artista es preso
De un interior de sangre
Hasta dar con su “música”.
Me adscribo a ese credo
Que supone fe en el arte,
Como si un trineo se precipitara
Por sobre una montaña de nieve.
Pero piensa tú, ahora,
En las palabras y en los signos
Que abren. La poesía
No expresa a un descreído,
Ni lo absuelve. Es responsable.
No malgastes su Poder
En estos tiempos
Sino te encuentras con ella
En mitad de la noche.
V
(Jamaica Hubo un anufragio
Allí carga Eneas
Corona
Para sus cascos
Y metrallas
Amor
Ya no es señuelo
Para destino tan alto
Partió
La flota de los mares
Ahíta
De tempestades
Y catástrofes
Si hubiese sido merced
Reina patria morada
Posteridad
De cuido y belleza
Por el amor
Dejada
Más
Fuego
Cubrió la zaga
A más llanto épica
Amarga
Tal fue
El sueño cumplido
Y el sacrificio del Héroe
Cuanto vale
Cuanto resta:
Has de ver el mar
Enturbiarse de maderos
Y crueles antorchas
Encenderse
El litoral
Hervir en llamas)
VI
No has cortado el hilo
Umbilical
Se oye la música
De las esferas lastimar,
Caravanas,
Patrullas metropolitanas.
Cree, cree en algo
Que no sea corrupción.
Tú mismo lo eres
Desde tu indefensión: un cínico.
Pero estás en tu país.
¿No escribió un sabio
Siguiendo tradición
De siglos, antes de morir,
Un signo que conjuga
Respiración con muerte,
Mordiendo la cabeza?
Vamos al centro
Donde un cerco
Humano nos espera,
Piedras
De amolar los cascos.
No habrá bandajos
En este acto multitudinario,
Ni campanas.
Sonaremos los odios,
Ya tajado el país
Cuyo espanto subsiste.
Existe el sol.
Esto que parece perorata
Es premonición.
Existe el sol,
Priva en el valle
Una montaña en flor.
VII
Patria
Son olores de la infancia,
Un cierto grado
De la luz,
Enero,
En la remembranza.
Es una soñolencia,
Certificación que trae
Lo estrictamente subjetivo,
Personal,
Hasta la casa.
Patria
Es tu presente oscuro,
Lo trivial que también
Te constituye:
Éstas serán
Tus banderas.
Casa
Es tu respiración,
El arqueo acompasado
De tu pecho
Sobre tu vencimiento.
No defiendas nada.
Quédate con tus palabras.
En tu boca.
Que no sea nada
Lo que has dicho o pensado
Alguna vez. Todo
Lo que a tus manos llegue,
Aún lo que es contrario
A tus ideas y a tus obras,
Recíbele como dádiva
De tus empleadores.
Pero nos quieren ver
Con las banderas.
Hacia el balcón del pueblo
Van los ciegos
Por el desfiladero.
VIII
La oscuridad es un territorio
En el que abundan los exploradores. Son opacos
Los márgenes de la conducta humana, tenebroso
El origen de la humanidad en la Biblia
Y en los infiernos de Dante.
La revista Natura
Publicó en su número de diciembre
Un descubrimiento en el que participaron
25 científicos,
Para vislumbrar por primera vez
La materia oscura del Cosmos.
El hallazgo reveló el espectro
De una débil estrella.
Así
Apareció el dios Nahuatzin
Encorvado y con llagas
Hasta convertirse en astro; así
Esta enana lisiada.
Pero es la doctora Vera Rubin
Quien introduce la materia oscura:
“Imagine
Por un momento
Que una noche despierta
Abruptamente de un sueño. Arriba
A la conciencia, parpadea sus ojos
Sondeando la oscuridad
Y se encuentra inexplicablemente
Solo
En lo vasto de la negrura”.
IX
No ensombrezcas tu día:
Que sea como los otros
Celebrado en familia, una fiesta
De modestos regalos.
Avanza, como hasta ahora los has hecho,
Contra el miedo, ya que nunca te ha abandonado
Siendo uno de tus temas, a tímidos pasos,
Sobre el vidrio.
¿Recuerdas la visión aquella noche
De la torre de espejos, en Bogotá,
Por lo que se avenía como una asonada,
En 1989?
No lo olvides, pero que no te amedrenten.
Porque si volviese del paisaje turbio la mirada
Que arroja tu país en nombre de una ideología,
Has visto ciega y recuerda tus logros:
La casa que has levantado
Como una barricada de color rojizo;
Tus hijos, que viven contigo; las horas
Que le has dedicado a la poesía
Para callar (o no) por sobre el vocerío.
X
Vamos
Por nuestra ración
Desconcertada
Al centro del meollo:
XI
Nada. No ha cambiado el paisaje.
Hasta la herida en la montaña
Del deslave que causó tantas muertes,
La cubre ahora, al cabo del tiempo,
Un cielo impenetrable.
Son iguales las curvas en la carretera,
Atravesando el parque, las ventas
De cambures y empanadas
De pescado, hasta el puente,
Aquella exuberancia de la vegetación
Que distingue una selva aragüeña.
El pueblo de Ocumare ha crecido,
Pero no se siente una extraña
Al recorrer su plaza sombreada
Y su bonita iglesia, pobre, como tantas.
Algunos intentos de ineptos gobernantes,
Hablan del gesto de embellecer baldíos
Con toscos ornamentos, donde antes había casas
Que, abandonadas, terminaron siendo escombros
Y ahora, muecas.
Es el mismo paisaje de mi infancia,
En el playón: resol de gentes y de licorerías.
Es cierto que nosotros, los niños
Que antes fuimos, no nadamos
Entre espigones que mitigan, siete,
La fuerza de las olas,
Entre aguas contaminadas.
Pero es la misma arena y el mismo abandono,
Cuando no nos perturbaba
La humedad del aire y la tristeza de las edificaciones;
Menos la música, en los altoparlantes.
Embrutecerse, divertirse.
Igual el agua calmaba nuestros ánimos
Y aunque sintiera miedo en la noche
Al escuchar las olas venir contra la casa,
Cerraba al fin los ojos, pensando
Que el sol saldría para distraer,
Junto al azul caribe,
La indigna realidad que nos informa.
XII
El autor de la nota
Que he citado
Acerca del origen de la oscuridad
Publicada en Internet desde México,
(CNI en línea,
Jueves 9 de diciembre de 2001)
Refiere en su encabezado
La interpretación del mito de Prometeo,
Según Kafka; cómo
Lo único que sobrevivió, dice,
Del héroe que entregó a los hombres
La luz en forma de fuego, y luego
De haber sido devorado
Por ave de rapiña,
Su cuerpo tajado, atado a una roca,
Cansados los dioses, y la herida,
Al cerrarse, cansada, también, en olvido de sí,
Tal como olvidaron el águila y los dioses,
Y el héroe mismo, uno con la roca,
Al replegarse,
Fue la roca misma.
Quedó la montaña de roca, inexplicable.
XIII
Descendimos del auto
En el atolladero
Cuando vimos a la diosa
En alto
Fragilidad
Que es vida
Por donde la flor del valle
En la montaña
Corona
Atrás la oscuridad
Quedaba
De la estrella
Lisiada
La luz entraba
Por el hueso
De la madre
Como resurrección al mar
Por los desfiladeros
Adentro
De una casa