Aquí no es ninguna parte

Después de cada guerra
Alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
Digo yo

Wislawa Szymborska

(I) ADENTRO

Todos se han ido.
Quedan las paredes de la casa cubiertas de barro,
                           El silencio
Acumulándose entre los corredores buscando
A quien se marcha tarde
                           Por la tarde
Dejando al paso virutas
Asentadas en los rincones del hogar.

                  En todo espacio vacío habita un recuerdo
                  Pero la memoria de esta casa es un desorden.

Los que se han marchado no se han llevado nada más que sus cuerpos
                                    (cuerpos pesados, llenos de furia y nostalgia)
                                    Se han marchado sin irse
                                    Abandonándose en todo
                                    TODO
El que se va, se queda un poco
En los despojos que se desvanecen.
Deja en alguna parte sueños
                  De volver
                           A promesas de otros recuerdos
                           Evitando hacerse árbol
                           Para que no lo derribe a uno el desgane
                           Hasta abrazar la tierra
                                                                                 Donde ha dejado sus raíces.

Todos los que se han ido dejan huella en el refugio de un Padre.

Y un Padre Solitario es un gigante derrotado
Que conserva las manos vacías,
Intentando sostener presencias que se desvanecen entre sus dedos
Haciéndoles frente a todas las despedidas
En el lugar donde aún juegan los fantasmas con su vestigio.

Un padre solitario se sienta en una silla y revive los sueños
Duerme con el corazón
                                                      Lleno de nada
                                                      Falto de todo
Y sueña lento
Bajo el sonido del río
Ahogándose entre las piedras.

(II) AFUERA

Quienes se han despedido saben lo que pesa
La palabra
                                                      “adiós”.

Quienes caminan descalzos saben de lo amargo de la distancia.
Cuerpos que no tienen rumbo
Que dejan besos estampados como pequeñas manchas
En una madre que llora temblorosa
Con plegarias amarradas a la garganta.
                                                      Una madre que llora es un flechazo de muerte.

                  “Adiós” repiten los que se van.

Allá-saben-las estrellas cambian de nombre
                  Un bucare es un exótico eufemismo
El sabor del futuro les amarga los insomnios.
                                                                        No es su cielo-lo saben-
Pero allá es la cosa, una promesa distinta de que todo irá bien.

(III) AQUÍ

Que no es ninguna parte
Donde el Señor nos ha abandonado a una suerte de ruleta desgastada
Donde el pan de cada día está fragmentado en migajas que hay que dividir
                  Donde se rinden las sonrisas
Donde la felicidad es una conquista cotidiana (ponerse de pie, rezar un poco, dar gracias)
Aquí donde todo se ha quedado o quizás escondido.
Aquí que no es allá
                  Porque allá soy extranjero y desconocido.
Aquí donde no pertenezco porque soy extranjero y desconocido en mi casa
Porque el insilio no me refugia entre sus paredes frías
Y no le encuentro escape.
                                    Aquí…lleno de nada
                                    Falto de todo
                                    Soy fuego.

Enmanuel Núñez