Gracias al horror
puede comer su familia.
Tantas cosas hechas por él a luz plena
parecieran no asfixiarlo en la noche.
dejarlo dando vueltas en la cama.
Cuando pregunté «¿Cree este hombre en algo?
Porque en Dios no debe ser»,
la abuela, con la sapiencia impregnada en sus arrugas,
con un diminuto palíndromo,
reveló la creencia de ese hombre:
—Alaba la bala.
Entonces ella rememoró su carrera por refugiarse,
por escapar de no ser nombrada en los noticieros,
por impedir tener años de una agonía dolorosa
sólo por desear acabar con la maldad.
Al asomarse a la venta, vio algunos (tristes) días de juventud.